Su estado podría describirse, generosamente, como destartalado: un cochecito de plástico para niños y un maltrecho par de muletas. “No las voy a tirar”, dice a un visitante desde la casa que renta su familia en el Este de Los Ángeles. “En el pasado siempre necesité la ayuda de alguien, y no me gustaba que los demás me hicieran sentir …